Cada octubre, el Día Mundial de la Normalización transcurre sin demasiado ruido. Quizás se deba a que, para muchos, evoca imágenes de papeleo burocrático, siglas monótonas e interminables comités técnicos. Sin embargo, entre bastidores, las normas rigen discretamente la forma en que comerciamos, innovamos y generamos confianza. Son, en cierto sentido, el andamiaje invisible de la economía global. 

Sin embargo, durante demasiado tiempo, las normas se han malinterpretado, se han mezclado con el "cumplimiento" y se han descartado como simples requisitos, certificados para apaciguar a los reguladores o documentos para evitar que los auditores hagan preguntas difíciles. En 2025, aferrarse a esa percepción está más que obsoleto. Es potencialmente arriesgado. 

A medida que las empresas se enfrentan amenazas cada vez más complejas y gestionar la rápida y a veces confusa evolución de la tecnología y las demandas regulatorias, las normas y los marcos no son, de hecho, la burocracia que erróneamente se percibe como tal, sino las bases de una resiliencia efectiva, una eficiencia y un crecimiento a largo plazo. 

La superficie de ataque en expansión 

Informe sobre el estado de la seguridad de la información de este año Arroja luz sobre la magnitud del desafío. Las organizaciones están redoblando sus esfuerzos en la transformación digital para sobrevivir a la incertidumbre económica y competir en una economía cada vez más impulsada por la IA. Pero con cada nueva herramienta, aplicación y dispositivo conectado, la superficie de ataque corporativa se expande. 

  • 41% Dicen que gestionar el riesgo de terceros es un gran desafío. 
  • 39% Citar la protección de tecnologías emergentes, como la IA. 
  • 37% Lucha con la seguridad en la nube. 
  • 40% Identifican la TI en la sombra como el desafío más común que enfrentan los empleados 

Las consecuencias ya se están sintiendo. Más del 61% de las organizaciones admiten haber sufrido un incidente de seguridad de terceros durante el último año. Casi tres cuartas partes (71 %) recibieron una multa regulatoria por una filtración de datos, con 30% pagando más de £250,000. 

En este contexto, normas como ISO 27001 para la seguridad de la información, ISO 27701 para la privacidad de los datos, y la más reciente introducción ISO 42001 Las estrategias de IA se centran menos en la certificación y más en el control. Ofrecen una forma estructurada y basada en el riesgo de controlar riesgos descontrolados, alineando la ciberseguridad, la privacidad y la gobernanza de la IA en una estrategia única, coherente y en constante mejora. 

Del cumplimiento a la resiliencia 

El cumplimiento de las normas ha sido durante mucho tiempo una medida defensiva, una forma de cumplir con la ley, evitar multas y demostrar un mínimo de responsabilidad ante los reguladores. Esto sigue siendo importante, especialmente a medida que aumentan las sanciones y las juntas directivas se enfrentan a un escrutinio cada vez mayor. 

Pero las organizaciones que tratan el cumplimiento como un ejercicio puntual, un certificado que renovar o una auditoría que aprobar, pierden su verdadero potencial. Cuando se basa en estándares reconocidos y se utiliza como marco continuo de mejora, el cumplimiento se convierte en un motor de resiliencia, eficiencia e incluso rentabilidad. 

Las normas modernas, como ISO 27001, ISO 27701 e ISO 42001, se diseñaron con este objetivo en mente. Ya no definen el éxito como el cumplimiento de un requisito fijo, sino como el mantenimiento de un compromiso continuo con la resiliencia y la adaptación. Esperan que las organizaciones se anticipen al cambio, respondan con rapidez y demuestren control. 

Los reguladores siguen la misma trayectoria. En Europa, la Directiva NIS 2e y DORA asigna responsabilidad directa por la resiliencia cibernética a la alta direcciónMientras que el próximo Proyecto de Ley de Ciberseguridad y Resiliencia del Reino Unido otorgará al gobierno mayores poderes para aplicarlo. Las juntas directivas ya no rinden cuentas en papel; deben demostrar que la resiliencia está integrada en el funcionamiento de la empresa. 

Y la resiliencia no se puede comprar en tiempos de crisis. Debe construirse. Es una medida que mide si una empresa puede seguir operando cuando ocurre lo peor, y se está convirtiendo rápidamente en el referente de competencia para reguladores, inversores y clientes. En nuestro informe, el 41 % de las organizaciones identificaron la resiliencia digital como su principal desafío. Las consecuencias de no alcanzarla son graves: el 86 % de las víctimas de brechas de seguridad el año pasado experimentaron interrupciones operativas, desde interrupciones en el servicio al cliente hasta la interrupción de las líneas de producción. 

Aquí es donde las normas demuestran su valor. La norma ISO 27001 anima a las organizaciones a pensar más allá del cumplimiento normativo e integrar un enfoque basado en el riesgo, creando sistemas lo suficientemente flexibles como para abordar las nuevas amenazas a medida que surgen. La norma ISO 27701 extiende la responsabilidad al manejo de datos personales, reduciendo la exposición a las consecuencias legales y reputacionales derivadas de las violaciones de la privacidad. Por su parte, la norma ISO 42001 establece las bases para el uso responsable de la IA, un campo en el que los reguladores y las empresas aún están trabajando para adaptarse a su rápido desarrollo. 

En conjunto, estas normas permiten a las organizaciones pasar de una postura centrada en el cumplimiento normativo a una basada en la resiliencia. Se convierten en activos estratégicos que permiten a las organizaciones construir sistemas capaces de resistir las disrupciones, proteger a los clientes y mantener la confianza cuando más importa. 

La confianza como nueva moneda 

Si la resiliencia es la base, la confianza es ahora la moneda de cambio de las empresas exitosas. Clientes, inversores y reguladores ya no confían en la palabra de las empresas; esperan pruebas de que están haciendo lo correcto. 

Este cambio ya está dando sus frutos para las organizaciones que consideran el cumplimiento normativo y las normas como facilitadores del negocio, en lugar de obligaciones. Según nuestro Informe sobre el Estado de la Seguridad de la Información 2025, más de cuatro de cada diez empresas vinculan el cumplimiento normativo directamente con la fidelización de clientes. Casi la mitad afirma haber mejorado la calidad de su toma de decisiones, mientras que más de un tercio informa de ahorros tangibles en costes gracias a la reducción de incidentes de seguridad. 

Estas cifras subrayan un cambio de mentalidad: el cumplimiento y los estándares ya no se consideran únicamente como un costo de hacer negocios, sino como facilitadores de confianza, eficiencia y crecimiento. 

Esa expectativa está dando forma a los resultados comerciales. Para las empresas emergentes, La confianza puede ser el factor decisivo para conseguir financiación. Para las empresas en expansión, desbloquea contratos empresariales. Para las multinacionales, Mantiene unidas las cadenas de suministro complejasCada vez más, la confianza, y no el tamaño ni el legado, determina con quién las empresas deciden asociarse. 

Las normas ayudan a formalizar esta confianza. Optar por cumplir con la norma ISO 27001 o SOC 2 proporciona una prueba independiente de que los sistemas de una organización han sido probados, su gobernanza ha sido examinada minuciosamente y sus controles se mejoran continuamente. En una era donde un solo clic mal colocado puede dañar la reputación, esta forma de garantía tiene un peso significativo. 

Las normas como estrategia, no como carga 

La idea de que las normas ralentizan a las empresas es otro mito persistente. En la práctica, cuando se implementan correctamente, tienen el efecto contrario. Las normas agilizan las operaciones al reducir la duplicación, armonizar los departamentos y despejar la maraña de regulaciones superpuestas. 

También proporcionan algo menos tangible, pero más valioso: consistencia. En organizaciones en expansión y cadenas de suministro globales, las normas establecen una base común de garantía. En lugar de que cada equipo o proveedor interprete las "buenas prácticas" de forma diferente, las normas crean un lenguaje común para el riesgo, la responsabilidad y la resiliencia, y garantizan que todos trabajen con las mismas expectativas. 

El desafío radica menos en las normas en sí mismas y más en cómo se adoptan. Con demasiada frecuencia, el cumplimiento se considera una tarea puntual en lugar de un proceso continuo de mejora. Sin la aceptación de la alta dirección, se vuelve reactivo y fragmentado. Sin embargo, con el apoyo del liderazgo, las normas se convierten en algo mucho más potente: un marco para el crecimiento, la resiliencia y la confianza que alinea a las personas, los procesos y los socios en torno a una definición única y estratégica de "bueno". 

Más allá de la casilla de verificación 

El Día Mundial de la Normalización debería ser más que una simple nota al pie del calendario. Debería servir como recordatorio para abandonar la idea de que las normas son documentos estáticos y adoptarlas como marcos dinámicos que se revisan, adaptan y amplían para adaptarse a las nuevas amenazas y tecnologías. 

Las organizaciones que adoptan esta realidad no se ven agobiadas por el cumplimiento normativo; se ven impulsadas por él. Incorporan resiliencia en sus operaciones, se ganan la confianza en mercados saturados y abren puertas a nuevas oportunidades. 

En ese sentido, los estándares no son el fin del camino. Son el motor que lo impulsa. Y en un mundo donde la imprevisibilidad es la única constante, invertir en ese motor puede ser la decisión estratégica más valiosa que una empresa pueda tomar.